Considerado un desorden alimenticio tan grave como bulimia o anorexia, comer compulsivamente es un padecimiento que se estima sufre poco más del 2% de la población y que se relaciona directamente con depresión. La solución no está en cerrar la boca, sino en abrir la mente.
Un glotón come de todo y hasta que se acabe, en cambio un comedor compulsivo ingiere sólo lo que le gusta, generalmente sin compañía, y únicamente se detiene si hay dolencia física que le impida seguir. A ello se acompaña sentimiento de culpa, enojo y los problemas de salud que aquejan a un obeso, es decir, diabetes, hipertensión, daños digestivos, afecciones cardiacas y renales, entre otros.
Algunos estudios indican que entre 25 y 35% de quienes buscan ayuda para bajar de peso caen en la categoría de comedores compulsivos. Sin embargo, este no es un problema de actitud o de falta de fuerza de voluntad, por lo que no se corrige “echándole ganas” o con esfuerzo voluntario, se necesita la ayuda de profesionales en salud mental que programen un tratamiento de acuerdo a las características del paciente.
¿De qué se trata?
Como en todos los desórdenes alimenticios, hay factores culturales y familiares que tienen que ver con el problema. Se trata generalmente de individuos que provienen de familias numerosas, que no dejan espacio para el crecimiento individual, y en otros casos los padres están excesivamente preocupados por el aspecto físico de sí mismos o de sus hijos. En el mismo núcleo familiar la comida alivia tensiones, estrés o ansiedad, según lo explica el psicólogo chileno Christian Feuchmann, quien agrega que hay “madres que expresan cariño a través de comilonas para sus hijos o familias en las que los únicos espacios para compartir se dan en torno a la mesa”.
Feuchmann, integrante del Programa de Obesidad de la Universidad Católica de Chile, advierte que lo anterior explica por qué algunas personas a lo largo de su vida pueden presentar los tres trastornos alimenticios conocidos: bulimia, anorexia y comer compulsivamente.
Ahora bien, es importante marcar la diferencia entre cada uno de ellos. En la anorexia las personas restringen la comida para ganar el control en algún aspecto de sus vidas, en tanto que comedores compulsivos como bulímicos comen para reducir estrés y ansiedad. Además, éstos últimos tienen conductas compensatorias, es decir, actos dirigidos a contrarrestar los efectos del exceso de alimento, como vomitar, abuso de laxantes o diuréticos y práctica deportiva exagerada, entre otros, mientras que los compulsivos terminan sintiéndose culpables.
Bulimia y anorexia afectan principalmente a mujeres, en tanto que comer compulsivamente no distingue sexo ni raza, ni tampoco peso, pues afecta no sólo a los obesos sino también a personas de peso normal o quienes presentan constantes fluctuaciones de peso.
La explicación a lo anterior es que quien come de manera compulsiva es generalmente una persona que suele tener dificultades para controlar sus impulsos, de baja autoestima, muy ansiosa y perfeccionista; prefiere comer dulces y comida chatarra, dejando de lado lo que puede ser sano.
Viene de arriba
Como ya se explicó, alto porcentaje de los comedores compulsivos padece depresión y otros poseen ciertos desórdenes obsesivos o fobias. Estudios recientes relacionan lo anterior a la baja producción de neurotransmisores, sustancias presentes en el cerebro encargadas de regular la producción de hormonas y los estados de ánimo. Las investigaciones apuntan principalmente a la serotonina, de la cual carecen coincidentemente las personas con desórdenes alimenticios.
Por otra parte, la vasopresina, otro neurotransmisor que se libera como respuesta al estrés emocional y físico, se eleva en personas con patologías obsesivo-compulsivas y también en comedores impulsivos.
Por ello, la terapia que prescriben los especialistas contempla fármacos como antidepresivos, y se complementa con sesiones de apoyo psicológico en la que se orienta al paciente a que reconozca su enfermedad y mejore su autoestima. En casos extremos habrá que vigilar las conductas impulsivas y tener bajo llave tanto refrigerador como ciertos alimentos, para lo cual se requiere la colaboración de la familia. En el caso de personas obesas, lo ideal es controlar primero las crisis y después iniciar una dieta para bajar de peso.
Los siguientes son rasgos comunes que ayudan a reconocer a un comedor compulsivo:
A diferencia de la mayoría de las personas, come mayor cantidad de alimento y más rápido, incluso mastica mal.Sigue comiendo aun y cuando haya saciedad.Pese a comer sin control hay ideas, incluso obsesiones, por no aumentar de peso.Come como vía para manejar sentimientos de ansiedad, enojo, tristeza, nerviosismo e intranquilidad.Se culpa después de comer en exceso, especialmente si fueron alimentos “peligrosos”, como golosinas y botanas.Tendencia al aislamiento y soledad.Por la baja autoestima se afectan las relaciones interpersonales en trabajo, escuela y entorno social.Está a dieta una y otra vez, con fracasos recurrentes.Come solo o esconde alimentos para que nadie lo vea.Recuerde que para salir adelante de este problema se requiere no sólo de buena voluntad, sino de la ayuda de especialistas médicos (nutriólogos, psicólogos y psiquiatras) y de la familia, pues como todo impulso, habrá veces que éste sea superior a uno.
Autor: Raúl Serrano
« Los riesgos de “experimentar” | Home | Porque Empece a Usar Drogas. »
No hay comentarios:
Publicar un comentario