Empezaron a beber en el colegio buscando los efectos más eufóricos que les provocaba la bebida: la deshinibición, la extroversión y la seguridad que en muchos casos les faltaba. El alcohol se convirtió en su mejor aliado para relacionarse, hasta provocarles una dependencia diaria con la que fueron desarrollando un serio problema de alcoholismo. Tuvieron que caer en lo más bajo para animarse a pedir ayuda, dejar la bebida y tratar de salir a flote con una vida sin alcohol. Ahora saben que, cuando al fin lo consigan, tendrán que mantenerse siempre en estado de alerta porque en su caso, caer en la tentación de nuevo, significa volver de forma casi automática al pozo del que salieron.
Diagnosticados como alcohólicos hay al menos cuatro millones de personas en España. Vídeo: Informativos Telecinco.
Dicen que perdieron hasta la dignidad por la bebida. Y quienes lo dicen, no tienen ahora más de treinta años. Beber desde la adolescencia les trajo todo tipo de problemas, familiares, personales, de estudios y trabajo. Todos tuvieron algún punto que sintieron como de de no retorno. Sabían que querían dejar la bebida pero no podían hacerlo solos.Así es como llegaron a la Asociación de Alcohólicos Anónimos buscando ayuda. Diagnosticados como alcohólicos hay al menos cuatro millones de personas en España. Una cifra puede llegar a doblarse si se incluye también a las personas afectadas por la bebida que no siguen ningún tipo de tratamiento. De esas cifras, el porcentaje de jóvenes es cada vez más elevado. Alcohólicos Anónimos alerta de que está recibiendo muchos jóvenes entre doce y 16 años en sus centros. Aunque en los últimos años se ha conseguido retrasar un poco la edad de inicio en el alcohol, lo cierto es que en el mejor de los casos, con 13 años ya se prueba la primera copa. Son muchos los que a través del botellón se inician en el hábito y quedan enredados en la bebida, alternándola además con el consumo de otras drogas.
En la reunión a la que asistimos de alcohólicos anónimos todos cuentan su testimonio tantas veces como sea necesario para que el mensaje cale. Primero en ellos, para oírse a sí mismos y no olvidar de lo vienen, aquello por lo que han pasado, y después para que sirva a los otros porque aquí cada uno de ellos hace de espejo para los demás. Compartir esa experiencia les ayuda a no sentirse solos y a coger fuerza para seguir en su lucha contra la tentación que supone pasar cada día por un bar o asistir a cualquier celebración a la que les inviten y en la que de antemano saben, siempre habrá copas. RSO
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