Querido amigo. Te escribo con una intensa tristeza interior. Aunque no quiero que te asustes. Quisiera que me des consejos para no ser demorona.
Crecí con mucho rencor; con miedos. Quiero mucho a mis padres y a mis hermanos. La nuestra era una familia muy unida hasta que mi padre comenzó con la bebida. Llegaba a casa con amigos y nos mandaban a mi y a mis hermanos, pequeños, a la tienda a por cervezas. ¡Joder, qué vergüenza! Así crecimos, pero eso no es nada. Cuando los amigos se iban, empezaba la pelea con mi madre. Veíamos como la pegaba. Era siempre lo mismo: puñetazos, patadas… Era lo peor. Odio el licor. ¡Lo odio!
Con los años mi madre se hizo fuerte, se hizo respetar y mi padre dejo de beber. Siempre fue intransigente, exigente, aunque no consiguió que de mayores fuéramos grandes profesionales. Pero ¿sabes, Eduardo? Somos felices porque los hermanos aprendimos a juntarnos y hablar mucho. Aprendimos que el diálogo en la mesa es glorioso. Somos cuatro hermanos y nos queremos un montón. Tengo un niño, lucero de mi vida. ¡Él sí es puntual! Hasta le condecoraron por ello en la escuela. Sin presión, lo motive y lo sigo haciendo. Le enseño con mucho cariño y diálogo, sin miedo o de lo contrario se hallaría en el mismo círculo.
Hoy día, no todo es malo. Esa parte de la historia ya pasó y quiero mucho a mis padres, nos llevamos muy bien. Pero no puedo negarte que tengo muchas carencias.
Responde: Nika Vázquez.
Las experiencias que vivimos de pequeños marcan nuestro modo de ver el mundo, de sentirnos seguros en él, y cómo nos relacionamos con los demás. Convivir con el miedo provoca unos niveles elevados de estrés, la incertidumbre nos vuelve inseguros y el rencor hace que no logremos olvidar, y vivamos con ira, que es la emoción que está a la base del rencor.
Qué importante que con ese entorno tan desfavorable donde crecer y desarrollarte, aprendieseis tú y tus hermanos a superar esa situación, y a vivir al margen de ella, respetando vuestros tiempos y espacios. Que hayas transmitido valores de libertad, autonomía y respeto a tu hijo indica que tú también los tienes, y los consideras importantes para la vida, aunque no crecieses con ellos.
La resiliencia es la capacidad que tenemos para reponernos y continuar con nuestra vida, a pesar de las malas experiencias que nos brinda la vida, a pesar de las carencias que tuviésemos, y aprendiendo de ellas.
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