sábado, 22 de enero de 2011

Los <b>doce pasos</b> de <b>alcohólicos</b> anónimos. El primer paso para el <b>...</b>

Antes de que leas éste tema, deberás leer primero éste: El inicio.

El Primer paso que dieron Bill W. y su co-fundador para dejar de beber dice así: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”.

Recuerdo cuando mi madre lloraba continuamente por las borracheras de mi padre, apenas tenía yo algunos 5 años, aún no comprendía por qué lo hacía pero sentía tristeza verla llorando. Mi hermano mayor fue quién sufrió más la situación por que mi padre, cegado por el alcohol y la ira, constantemente le castigaba o pegaba por su “indisciplina”, que no era más que la inquietud y el estrés reflejados en mi hermano por la conducta de mi padre, provocada por su enfermedad, el acoholísmo.

Fue un compañero de profesión de mi madre quien poco a poco fue convenciendo a mi padre a conocer la agrupación de AA, pues él también era alcohólico y había encontrado la manera de controlar su forma de beber. No fue fácil, el alcohol domina la mente del enfermo, tal como la ansiedad, el miedo, los celos, la envidia, entre otros, domina la mente de las personas “normales”. Cual característica que nos distinga: felicidad, dolor, enojo, tranquilidad, etc., se ve alterada cuando le agregamos alcohol al torrente sanguíneo, de ahí que la gran mayoría de los que beben lo hacen por el placer de ser quienes regularmente no son cuando están sobrios.

A mi padre se le desarrolló la soberbia, era tanta que sólo estando en la cruda moral se le bajaba, se llenaba de humildad y veía entonces el daño que nos estaba provocando, sobretodo cuando acompañé con llanto a mi madre las últimas veces de aquella época. Sólo entonces se dejó ayudar, había comprendido un poco su derrota y sabía que sólo no podría hacer nada.

Através de los años he tenido situaciones difíciles, desde mi infancia hasta el día de hoy, de mi infancia recuerdo cuando mi padre pasó por un momento delicado de salud y pedí por él. En mi adolescencia me metí en un problema con la camioneta de mi padre que me la había prestado para lavarla cerca del río, quise meterla hasta dentro y quedé atascado, no había quien me ayudara, me abandoné a Dios y, sí, alguien con un vehículo enorme me echó la mano, no cumplí con mi promesa, pero Él si hizo algo por mi. Así, en diferentes ocasiones acudí en mi desesperación a Dios, cuando ya no había poder humano que pudiese solucionar mi problema, o no estaba a mi alcance, simplemente a expensas de otros.

Más con el tiempo fui pidiendo ayuda por cosas inútiles, que nada tenían que ver con mi vida, si no con mis deseos, y al ver que los resultados no eran los esperados, empecé a dudar y a sentir rencor contra quien había sido mi mejor aliado. Se dio principalmente durante mi juventud, entre los 17 y 25 años, hasta que fui aprendiendo que hay cosas que no están en mis manos ni en mi órbita, menos en Dios solucionarlas, me di cuenta que sólo yo puedo cambiar mi vida, mejorarla o empeorarla, más no está en mi pedir por otros, por otra, por alguien ni por nada, y mucho menos esperar que mis ruegos a Dios solucionen los problemas de aquellos. Hoy lo que mejor puedo hacer es enseñarles el mismo camino que otras personas exitosas han seguido, son las menos, esa pequeña minoría de la población del mundo que ve su vida prosperar, no sólo en el sentido económico, si no más bien en el espiritual.

Hoy mi estimado lector, querida lectora, sigo teniendo nuevos problemas y situaciones que surgen de vez en cuando, cada vez me siento mejor preparado para enfrentarlos, y cuando ya no hay nada que pueda hacer para superarlo, recurro a Dios, con quien me doy por vencido y que sólo con su ayuda podré superar ése difícil obstáculo. Él no puede hablar por mi, Él no puede decidir por mi pero sí puede hacerlo a través de mi, y está sólo en mi actuar o dejarme llevar.

La próxima vez que te encuentres en una situación insoportable, insostenible, cuando creas que ya no hay nada más allá, ríndete de esa batalla, ríndete ante Dios y pídele ayuda, pronto estarás en batalla nuevamente y quizá ésta vez la victoria sea tuya, te lo aseguro, para ganar siempre será necesario perder, todo depende de cómo lo veas.

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