03-mar-2010 Joan Montane Lozoya
El tortuoso camino de una adicción - google imagesNo es común que alguien hable abiertamente de su adicción al sexo. Todas las adicciones suelen ser llevadas en secreto. Y en el caso hipotético de que alguien se lanzara al ruedo en una conversación, es probable que se enfrentara con interlocutores que no alcanzarían a comprender que se está hablando de una adicción, y por tanto, de un asunto que repercute de un modo muy negativo en la vida de una persona. Igualmente probable es que se lo tomaran a la ligera, cuando no con sorna. Quien más y quien menos es un poco adicto al sexo, pensaría más de uno.
Todas las adicciones son nocivas, pero hay algunas más complejas que otras. A pesar de las dificultades y la lucha interior que conlleva, todos entienden que un alcohólico puede dejar el alcohol, o un ludópata el juego. Sin embargo un bulímico no puede dejar de comer, ni tampoco un adicto al sexo prescindir del mismo por completo. Técnicamente sí; pero sería como transitar de un extremo al otro del problema sin pasar por la solución.
El Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, en su nueva edición (DSM V), recoge por vez primera la adicción al sexo, bajo su denominación clínica de trastorno de la hipersexualidad. Este manual de referencia para la psiquiatría mundial lo define como un trastorno obsesivo compulsivo. Quienes lo padecen son incapaces de controlar sus pensamientos ni sus actos repetitivos, algo que ya sabían muy bien los afectados, que llevan esperando largo tiempo esta inclusión.
En palabras del eminente psiquiatra Rojas Marcos: “Cualquier tipo de obsesión que interfiera en la capacidad de la persona para llevar una vida normal, que le perjudique en sus relaciones personales y laborales, es una patología”.
No es menor el problema. Según las cifras que manejan los sexólogos, la adicción al sexo afecta a un 6% de la población. Quizá se pueda pensar que la cifra no es muy elevada, pero considerando que ese 6% se traduce en 18 millones de personas en Estados Unidos, cerca de 3 en España, 2´5 en Argentina o 7 en México, el problema no parece tan menor.
¿Cuándo se sobrepasa el límite? En este punto existe bastante desinformación. Puede llevarse una vida sexual muy activa y no por ello ser considerado adicto. ¿Dónde radica la diferencia entonces? La persona que lleva una vida sexual activa está satisfecha consigo misma, algo que no ocurre con el adicto. Éste carece de control sobre sus actos a pesar de que su conducta le acarree sentimientos negativos.
El adicto, conforme pasa el tiempo, requiere de mayores estímulos para saciar su creciente necesidad. Como sucede con las adicciones, la calma lograda sólo es momentánea; inmediatamente regresa el vacío, si cabe, con más fuerza, generándose un ciclo autodestructivo del que no es nada fácil salir.
Los adictos al sexo son grandes consumidores de pornografía en todas sus variantes, recurren compulsivamente a la masturbación así como a continuas citas de una sola noche, bien sea con conocidos o mediante la prostitución. Cuando todas estas actividades invaden y anulan otros campos, la respuesta sólo puede ser una: la adicción es un hecho.
Al igual que ocurre con las adicciones y con todo tipo de situaciones conflictivas, el primer paso hacia la sanación consiste en adquirir consciencia de que el problema es real y afecta e interfiere profundamente en la actividad diaria.
Además del reconocimiento y de la voluntad, que es importante aunque no suficiente, hay que buscar el apoyo de los profesionales y, sobre todo, de los grupos de ayuda que se basan, en este caso, en los conocidos doce pasos de “Alcohólicos anónimos” adaptados a la problemática sexual. A día de hoy hay una carencia de centros especializados que se ocupen de la adicción al sexo, no obstante en España se encuentran “Sexólicos anónimos”, "A.S.A.A." en Latinoamérica, o “Sexaholics anonimous” en Estados Unidos.
Igualmente los foros que pueden encontrarse en la red puede ser un primer paso para romper el silencio y encontrar el apoyo necesario para avanzar en la resolución del problema.
Una persona que recurre de un modo compulsivo al sexo es alguien que busca equivocadamente llenar su soledad con compañías y actividades que terminan generando una mayor soledad. Este vacío existencial no puede colmarse con elementos externos, sino internos. La ideología de los doce pasos busca unificar filosofías y creencias de todo tipo para centrarse en lo que se ha dado en llamar “poder superior” y que cada cual interpreta según sus propias convicciones. Puede identificarse con Dios o con un poder que surge del interior y que se comparte y fortifica en la unidad del grupo. En el fondo no tiene mayor importancia la creencia en sí misma, sino la fuerza que de ella dimana, así como la autoconfianza que hace posible vencer aquellos obstáculos que antes parecían insalvables. La puerta de la esperanza siempre está ahí para quien quiera abrirla.
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