En esta etapa, se debe, además de facilitar al paciente la identificación de las situaciones de riesgo, proporcionar la consecuente adquisición de estrategias para evitar la recaída. Dichas recaídas, si las hubiere, deberían de ser detectadas precozmente por el terapeuta y atajadas.
Se debe favorecer y estimular la adquisición por parte del paciente de habilidades de afrontamiento que le ayuden a superar la necesidad de beber. De ese modo los pacientes se sentirán menos distorsionados por las situaciones de riesgo y ello facilitará que no se produzcan recaídas tras el tratamiento166. Entre las estrategias más utilizadas están las siguientes:
1. Programas de prevención de recaídas: que facilitan que el paciente aprenda a desarrollar habilidades específicas para el manejo de situaciones de riesgo, que se le pueden presentar en la vida real en relación con el posible consumo de alcohol. Los programas grupales presentan la ventaja de proporcionar una enorme riqueza de situaciones diferentes que al tratamiento individual pueden escapársele.
2. Programas de entrenamiento en habilidades sociales: que se centran en el desarrollo de habilidades de comunicación que pueden utilizarse para manejar situaciones de riesgo que pueden incluir: rehusar una bebida, proporcionar críticas de forma efectiva, recibir críticas acerca del uso del alcohol, mejorar habilidades de conversación, desarrollar apoyos para la sobriedad y aprender formas efectivas de resolución de conflictos.
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